26 Marzo 2018
Una última palabra y después el silencio...
El silencioso frío de la muerte, ya no queda nada, todo había sido cumplido, la obra de Dios, su Padre, era necesario que el Hijo volviese al Padre que le había enviado, por eso con su último aliento de hombre entre los hombres se dirige al Padre para descansar en Él: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
La barbarie humana no tiene la última palabra, en el silencio de la Pasión sólo queda un hijo que se dirige a su Padre, solo una voz resuena, la voz del hijo, pero es la Palabra del Padre la que se escucha silenciosa en medio de la muerte, para recordar al hombre que después de la muerte hay vida.
Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.