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un espacio para compartir cuanto reflexiono y oro, lo que he vivido y como lo he vivido desde mi experiencia de fe

Comentario al evangelio del Domingo 13º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

 

El fragmento del Evangelio que la Iglesia nos regala para este domingo comienza diciéndonos “Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén” (Lc. 9, 51) un doble movimiento en una única acción, Cristo será ascendido – afirma el evangelista – pero entonces Jesús no se queda como un espectador pasivo de lo que le sucederá, es decir, su Pasión-glorificación, sino que Él toma la decisión de” ascender”, de ir a Jerusalén; porque – efectivamente – el camino hacia Jerusalén implica subir, pero también toma la decisión de ir hacia el lugar donde se realizará el desenlace de toda su vida, es decir toma la decisión de ir a Jerusalen donde el Hijo del hombre “será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles. Y se burlarán de El y le escupirán, le azotarán y le matarán, y tres días después resucitará” (Mc 10, 33-34. Par Mc. 8, 31; 9,31 Mt 16, 21; Lc. 9, 22).
Estamos por tanto al inicio de un camino que acabará en Jerusalén con su pasión, muerte que Jesús vive como una decisión radical y no como una contingencia que le fue impuesta, es por eso que en el evangelio de San Juan Jesús dice: “…Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. “(Jn. 10, 17-18)
Al iniciar su camino de ascenso, el evangelista afirma que “Y envió mensajeros delante de él.” (Lc 9,52) una clarísima referencia a la profecía de Malaquías “He aquí, yo envío a mi mensajero, y él preparará el camino delante de mí. Y vendrá de repente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis; y el mensajero del pacto en quien vosotros os complacéis,” (Ml. 3,1) de aquí que al describir la acción de los discípulos-mensajeros se diga que ellos están haciendo preparativos (cfr. Lc.9, 52 b) pero los samaritanos no recibieron a Jesús ¿la razón? Subía a Jerusalén (Cfr. Lc. 9, 53) De este modo todo el texto es una referencia constante a Jerusalén y a lo que ocurrirá en esa ciudad.
Teniendo ese marco el evangelista coloca tres historias diferentes historia de llamados, con tres diferentes respuestas. La profecía de Malaquías dice que el Señor que sube a Jerusalén pondrá a prueba a los que le esperan y de esta manera queden purificados para poder servirle cabalmente (cfr. Ml. 3, 2-3) Jesús cumple con esta profecía al “purificar” las vocaciones de quienes se acercan a Él para seguirle.
Así al primero que se le acerca con intención de seguirle Jesús le dice: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». (Lc. 9, 58) para recordarnos que el seguimiento implica libertad antes las posesiones; esta es la libertad ante las cosas. Al segundo Jesús le dice: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». (Lc 9, 60) porque el seguimiento implica – incluso – libertad ante las relaciones, de modo que nada nos até para anuncia el Evangelio del Reino de Dios; esta es la libertad ante los otros; y al tercero le dice: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios». (Lc. 9, 62) a fin de recordarnos que el discípulo incluso de tener libertad ante su propia historia, de modo que la nostalgia del pasado no lo ate para seguir a Jesús. es ta es la libertad ante uno mismo.
Jesús pone estas exigencias porque el Reino de Dios es cosa que se conquista, y los más decididos son los que se adueñan de él. (Mt 11, 12), pero para no exigir más de lo que Él mismo da, el texto comienza hablando de la decisión de Jesús de subir a Jerusalén, Él es el primero en actuar decididamente, Él avanza con seguridad y sus discípulos debemos tener esa misma seguridad, la libertad que nos haga capaces de anunciar el Evangelio.
Pregúntate ¿Qué cosas me atan y no me permiten seguir con libertad a Jesús? Puede que sea la honra – lo que los demás piensen de mí – o puede ser las riquezas: si tuviera un poquito más podría dedicarme con más libertad al Señor; o pueden ser mis relaciones, mi propia historia (soy tan indigno…) y un largo et cetera. Deja, pues todas esas excusas y decídete a seguir al Señor con libertad.
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